EL VENDEDOR DE TIEMPO

jueves, 18 de febrero de 2016


En aquél pueblo alejado del mundo civilizado todo el mundo era feliz, trabajaban de Sol a Sol, labrando la tierra, pastoreando su propio ganado, en tiempo de recolección se ayudaban unos a otros, ellos decían que a esta fórmula se le llama trueque, y yo no tengo nada que añadir. Cuando algún vecino enfermaba todo el pueblo acudía en auxilio del desafortunado vecino.
Un día, apareció un vendedor ambulante el que al paso de su vacilante burro voceaba sin tregua.
- Vendo tiempo, vendo tiempo: decía usando sus manos como bocina.
Los vecinos lo miraban extrañados, recelosos, no se fiaban de aquel personaje que con sus manos puestas en la boca simulando una bocina pregonaba.
- Vendo tiempo, vendo tiempo.
Al tercer día, los más curiosos comenzaron a interesarse por lo que les ofrecía aquél personaje extraño que vendía una cosa más extraña por solo unas monedas.
Desde entonces las puertas del cementerio están selladas: un letrero carcomido por el Sol y la
lluvia exhibe un letrero con letras gastadas que escasamente se pueden leer.
CERRADO
POR
NO
DEFUNCIONES
Agustín Rueda

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Nuestro Escritor de este Mes: Ken Follett
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