Algo
me llamó,
me
llamó a la ventana,
una
suave brisa,
una
pluma balanceaba.
Como
el cuadro de un pintor,
se
me presentó la estampa,
lo
vinieron a detener,
cuando
rayaba el alba.
Cinco
tiros sonaron,
cinco... en la tapia de su casa.
Se
cerraron puertas y ventanas,
las
bocas quedaron selladas,
nadie
salio a la calle,
nadie... preguntó lo que pasaba.
Nadie
lloró su muerte,
no
hubo nadie,
nadie... que lavara su cara.
Lo
enterraron como un perro,
sin
sepelio, sin extremaunción,
sin
nada.
Unos
huesos anónimos,
debajo
de unas zarzas.
Soledad Marin
Soledad Marin
Soledad
Marín